viernes, 5 de mayo de 2017

Porno tu porno


                                                                                                                         

No sé bien cómo fue que el tema llegó a colación, pero cuando alguien del corro de amigos con los que degustaba una cerveza dejó escapar algo así como “tu video porno amateur”, todos dejamos de lado otras charlas y la atención se focalizó en el indiscreto amigo y el quemado, el aludido. Al baterista de risa fácil no le quedó más que explicar que, revisando su correo en la portátil del agraviado, “sin querer” –los ardites absurdos de la culpa—había dado con un vídeo en el que un coito mal grabado, trepidante y entre claroscuros propios del halo de luz emitida de la cámara del celular con el que se grabó la escena, era el protagonista. Añadía, para otra torpe disculpa, que lo bueno es que no se veían los rostros, que sólo los había reconocido por la voz de los gemidos y las palabras obscenas. Las risas atronaron. Después de poco más de 10 minutos de intensa carrilla el amigo estaba vapuleado, sonrisa nerviosa y un sudor frío que perlaba su frente lo delataban. Fue entonces que alguien dijo que no era para tanto, que no lo tomara en serio porque a final de cuentas toda pareja tiene su vídeo porno, “todos tienen sus secretillos sucios”. Los hombres y las mujeres presentes nada dijeron, los que estaban con pareja sólo desviaron la mirada sin desmentir o asegurar nada, el silencio había sido contundente.
            La pornografía, “observar el erotismo de los otros para el erotismo propio” (masturbarse: Procurarse en soledad goce sensual), es una de las actividades humanas más viejas en la historia del comportamiento humano. Pero es hasta mediados del siglo XX  que la pornografía se hace industria mundial. Después de liberarse en los cincuentas de un puritanismo rígido e hipócrita (el sexo oral y anal se consideraban prácticas criminales), Norteamérica abanderó la liberación sexual en la que hippies, movimientos lésbicos-gays, artísticos y de otra índole, coincidían en su lista de buenos deseos y utopías por cumplir. El amor libre –hippiteca dixit—había obtenido una victoria. Sin embargo, los grupos vulnerables y minoritarios (prostitutas, lesbianas, homosexuales, transexuales, etc.) siguieron esperando por reconocimiento social e igualdad de derechos. Esto no opacó el ambiente festivo de la época y gente como Hug Hefner, Samuel Roth, Larry Flynt, etc., le dieron un giro a la idea de “entretenimiento para adultos. Cualquier experto en la materia objetará lo último subrayando que las filmaciones eróticas son más viejas, y dicho especialista está en lo correcto. Se tiene testimonio de filmaciones europeas, americanas y sudamericanas de gente masturbándose, en striptease o en pleno coito, sin embargo, como industria fílmica es innegable que el fenómeno comienza en el paradisiaco San Francisco de los años setentas. Películas como “Mona, the Virgin Nymph” (1970) de Bill Osco y  Howard Ziehm, “Boys in te Sand” (1971) de Wakefield Poole, “Deep Throat” (1972) de Gerard Damiano, son consideradas la punta del falo cinematográfico triple equis.           
Hoy en día el circuito del porno no difiere de empresas de entretenimiento como MTV o Hollywood. Hay casas productoras, presupuestos de todos los tamaños, géneros y subgéneros (desde Softporn fresa hasta Necro-Hardcore), hay actrices y actores para todos los gustos y de todos los niveles, revistas, canales en televisión de paga, productos, festivales, alfombras ¿rojas? y premios anuales. De su consumo exorbitante se coteja que todo adolescente, joven y adulto ha visto pornografía alguna vez en su vida, pero casi todos lo niegan.
No dudo, sin embargo, de mentes castas que por motivos diversos no han visto cine porno, o han evitado las revistas y los sitios web. Lo que sí no se puede negar es que presenciar un acto sexual excita la mente y los sentidos, es una experiencia sediciosa, purgante y a la vez turbia. “La mirada pornográfica activa en nosotros una tendencia natural del deseo: mirar aquello que se supone no debería ser visto. Si el cine es por antonomasia una actividad intersubjetiva y voyerista, el cine porno –y en general la pornografía –es su apoteosis mejor lograda” (Donato M. Platas). Cuando los patriarcas del celuloide y el lubricante develaron éste secreto colocaron reflectores, alistaron las cámaras, en sus comunidades sexuales pusieron a coger a fulanitas y sultanitos, editaron cintas, maquilaron el producto y le empezaron a dar a la gente las fantasías y experiencias de las que de una u otra forma ansiaban participar, pero que escapaba de sus posibilidades morales, económicas, civiles, etc. Generaciones de adolescentes, entonces, tuvieron sus primeros descubrimientos sexuales con las pocas cintas que de mano en mano, almidonadas, se traficaban. 
Para Claudio, un amigo que para el año de 1971 contaba con dieciséis años de edad, el mundo del cine prohibido fue el terreno donde descubrió y aprendió sobre las artes amatorias. Él recuerda: “éramos unos chicuelos con curiosidad. Nos gustaban las chicas, queríamos saber todo pero a la vez nos dábamos cuenta de lo poco que sabíamos del asunto, acaso lo básico: que en la concha se mete la pinga. Sabíamos que había revistas, sí, pero era complicado tenerlas en casa. El sexo era un asunto privado que guardaban muy en secreto los padres, algo había de malicioso si uno preguntaba por el asunto. Entonces encontramos a un amigo mayor que tenía un proyector y había conseguido unas cintas donde el sexo era explícito. Parecía un minicine, pubertos calientes del barrio acudíamos a las proyecciones. Nos sentíamos transgresores, estábamos viendo cosas prohibidas que muy pocos habían visto. Entenderás que en el Chile de los setentas casi nadie tenía acceso a éste tipo de material. Nos sentíamos intrépidos, conocedores y cómplices de un secreto”.       
Una amiga feminista me comentaba que ella veía en la maquinaría XXX un tipo de enajenación clasista para evitar que las clases explotadas, minorías y uno que otro torcido mental, hicieran el menor daño de índole sexual. Una válvula de escape para el casado, el solitario, el pobre, el inadaptado, el divorciado, etc., una manera más económica y práctica de mantenerlos ocupados en sus horas libres, sin mencionar las ganancias que el sexo en la pantalla destila. Mi amiga continúa: El cine porno, como consecuencia de una visión machista, cosifica a la mujer y asegura el estatus de la repartición del producto sexual. La maquinaria porno entonces parece decir: tengo actrices de todos los colores, todas las tallas, mujeres exuberantes y dispuestas a toda filia, consume, porque esto será lo más cercano a una mujer, o una experiencia como ésta. Los Juniors, la gente con poder adquisitivo no ven porno, no necesitan ver lo que hacen otros para hacerlo ellos.
Para otro camarada de letras el cine de culos, vergas y tetas –como industria—es una forma de entretenimiento que explica su alcance y éxito en la diversificación de sus actividades comerciales: Desde los viejos establecimientos en los que se exhibían solamente los videocassetes, pasando por las cabinas, las salas de exhibiciones, las sex-shops con toda su parafernalia, hasta los festivales eróticos y convenciones donde actrices, actores, stripers, productos y castings para futuras estrellas del viejo “mete y saca”, son el platillo principal. Espectáculo y sólo eso, pero generada por una industria que ha llegado a un  cenit y que es poderosa, no sé qué tan influyente pero sí subterráneamente poderosa. Tan sólo Donato reportaba en 2012 que “según un estudio realizado este año el 30 por ciento de todo el tráfico de internet es porno, ya que recibe la asombrosa cifra de 4.4 mil millones de visitas”.
Coincido con los amigos: descubrimiento, morbo, enajenación, catarsis, excesos, tragedias, negocio, el cine porno es eso y más. Sin embargo, datos de pornhub (uno de los mayores sitios webs porno a nivel mundial) aseguran que las tendencias y hábitos de los pornonautas y consumidores mexicanos ha cambiado, y esto es representativo por que explica una parte de la crisis que atraviesa el mercado del cine cachondo profesional.
Poco después de que internet viniera a cambiar todo en el ámbito del espectáculo y el entretenimiento, ya las grandes productoras habían quemado la mayor parte de sus ases. El consumidor de porno en formato videocassete y dvd –que nunca dejó de ser una minoría -- poco a poco se fue aburriendo de guiones soeces  y ridículos, mujeres curvilíneas y hermosas de perfecto pubis afeitado, histriones de miembros imposibles y brutales, coitos libres de sudor, mucho aceite, posiciones y actuaciones que poco o nada tenían que ver con el sexo real. “Ése otro no soy yo ni la gente de mi realidad inmediata”. El voyerismo había dejado de ser excitante, el voyerista simplemente se cansó de la superproducción creadora de lugares comunes.
Mientras el género se reinventaba con la apertura a otros subgéneros (Europa y sobre todo Japón innovaron en el terreno de las perversiones)  y con la participación más activa de las mujeres a nivel de producción y dirección, internet vino a darle otro arrimón avieso a empresas como Private, Playboy, Europorn, NKH, etc. La industria entraba en severa crisis afectada ya por la piratería, la competencia, las restricciones legales y su propio agotamiento. Pero la red, como bien se sabe, no acabó con la industria sino que la transformó de manera profunda. Las grandes empresas del también antiguamente llamado “cine azul”, enfrentaron nuevos retos ante nuevos hábitos de consumo de la pornografía en vídeo. 
De la confidencialidad de pareja al ámbito público en un click (Todos somos pornos)
México, según pornhub, uno de los pocos sitios que analiza el consumo de  su sitio web, es uno de los países líderes en visitas pornográficas. En su balance de 2013 el portal arrojaba datos relevantes sobre las preferencias y hábitos de visitas. Según el sitio el lunes era el día más saturado, la estancia por internauta era de aproximadamente ocho minutos con cincuenta y seis segundos. La categoría predominante en mujeres era “lesbiana”, seguido del gusto por los tríos. En hombres predominaba las categorías Teen y MILF (filias en los extremos de la edad). Pero en el terreno de búsqueda por palabras sobresalían las palabras “Mexicanas”, nuevamente “Teen” y el nombre de la actriz “Lisa Ann”. Sin embargo, en los últimos dos años la tendencia ha cambiado y todo parece indicar que el gusto por el sexo casero va desplazando los films de las grandes casas productoras.
            Las palabras registradas en el último año en buscadores de sitios xxx han sido “mexicanas”, “casero”, “gordibuenas”, “amateur”, “hoteles”. El tiempo por visitante ha aumentado en minutos y en la variedad de dispositivos (Xbox y otras consolas de juego, teléfonos, tablets, computadoras portátiles y de escritorio) en los que mujeres (número de internautas que ha aumentado considerablemente) y hombres se dan sus minutos para el voyerismo y el autoplacer.
            Datos ociosos, cierto, pero para la gente del negocio significaron números rojos, merma sobre la merma en el terreno mexicano, pues no sólo se ha dejado de comprar su producto sino que lo han dejado de ver. Como respuesta, algunas empresas internacionales han invertido en los festivales eróticos recurrentes en los últimos años, Expo-Sexo. Sin embargo, como se apuntó ya antes, la gran industria se encuentra con estos nuevos retos y la crisis por la que pasa no amenaza con derrumbarla, pues igual que el imperio hollywoodense, el del porno sabrá conservar a sus consumidores o creará nuevos, mientras la curiosidad y el deseo sexual siga alimentando los esfuerzos de los seres humanos (adolescentes nunca faltarán).
            Para nuestro breve análisis, los datos arrojan más sobre el comportamiento del mexicano en sus hábitos sexuales. Y vaya que han cambiado, al igual que en muchos otros países, los  mexicanos, comunes y corrientes, se han vuelto productores, directores y protagonistas de sus propios vídeos porno. Ya no les basta la ficción, el mexicano quiere sexo real, quiere ver y ser visto, quiere atención y ansía la experiencia del verdadero voyerista (ver lo que no debe ser visto), y la instantaneidad de los medios le permite ser espectador y protagonista del gran big brother de carne y líquidos: ver al otro y ser el otro, el del vídeo, el mismo pero otro: el que fornica.
             La mirada pornográfica requiere de mínimo tres participantes: los que comparten el momento íntimo –y que en ningún momento pueden verse así mismo en el acto—y el que observa, éste último vital en la interacción pornográfica. Esto se puede comprender fácilmente si uno pone atención en los grandes espejos de pared y techo –sutiles–de  algunos cuartos de “cinco letras”.
Si el cristal permite la contemplación del coito –uno mismo que se observa gracias al reflejo--, el vídeo casero permite cerrar el triángulo pornográfico al poder revivir  una y otra vez el momento. Siendo el vídeo de otros a los que no se conoce –y que se entregan de manera natural al placer de la carne—el voyerista logra su fin esencial: ver lo que se supone no debe ser visto, asistir a la intimidad del otro, asistir al secreto del otro (incestos, infidelidades, coito entre parejas que no saben que están siendo grabadas, exhibicionismo, etc.).
Tito Constanso, un comerciante de selecto cine azul en el mercado de la Lagunilla, reitera lo aquí expuesto: “Todavía, y durante años, me han pedido los dvd’s que, según se cuenta, graban en los hoteles de paso de la Ciudad de México. Se llevan las recopilaciones de vídeos caseros a falta de los supuestos vídeos ocultos en posadas. La demanda me hizo buscarlos, yo al menos te digo que no existen, no los he encontrado. Pero quién sabe, la banda está bien torcidita y en una de esas sí andan rolando por ahí. El caso es que la gente quiere ver a otras personas iguales a ellas cogiendo”.
Con la accesibilidad de un dispositivo móvil y de un click a otro, la gente pasó de ser espectador a participante, de la confidencialidad de pareja a la intervención comunitaria de la intimidad. Todos somos pornos… queriendo o no. Y esto último es el lado negativo del asunto, pues aunque va en aumento el número de personas que suben sus propios vídeos a la web, la mayoría es material que ha sido robado, tomado por terceros o puestos en la red sin el consentimiento ni conocimiento de la persona involucrada (en algunos casos se exhibe el vídeo a manera de venganza). Situación horrible, pues aunque nos resulte morbosamente atractiva la actividad sexual de otras personas, la verdad es que a pocos les gusta que desconocidos los vean en el abandono total del sexo que es, acaso como la ebriedad, un estado de total inconsciencia. ¿O a quién en su sano juicio le gusta que lo graben en los desfiguros de la borrachera para divertimento de los otros?
Por ello --y si no eres exhibicionista o estrella porno pero te gusta ver a tu(s) pareja(s) y a ti mismo echando un buen palo --, para evitar extorsiones, malos entendidos, el trauma de ver a tu pareja cogiendo con otra persona (de su pasado o de su presente) o pertenecer al selecto link de los vídeos caseros de xnxx, youporn, parísporn, mexibuenas o Mexxx, sin tu consentimiento. Para lo que no te pase lo que a mi amigo, te recomiendo seguir los siguientes tips básicos:
a)      Consentimiento en grabar o ser grabado. El respeto ante todo (Nada peor que ser capturado por cámaras ocultas).
b)      No guardes archivos de vídeo en celular, tu usb del diario, laptop u otro dispositivo de uso cotidiano.
c)      No compartas tus vídeos por mensajería de Facebook –u otra red social--, Whatsapp, ni los mantengas almacenados en la bandeja de tu correo electrónico.
d)     Cómprate un tripie para obtener buenos vídeos
e)      Cobra regalías si alguien ha visto material tuyo. Argumenta que se la han jalado o metido los dedos con el sudor de tu cuerpo.
f)       Si te vas a grabar para compartir jamás finjas un orgasmo, eso te quita likes. 




                     
                                                                                      
       

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