lunes, 16 de junio de 2014

Poesía: En tu tumba, de Temok Saucedo*




El rayo que cae 2 veces donde mismo Mata a 1
hombre por 2a ocasión.
No resucitará ya al 3er día
                    Ni a la 3a llamada
                         Ni pa'l 3er round.
Perdió como perder es debido:
                      Contra lo descomunal,
                                                 Contra el destino
                                                 Con todo el peso de la
                                        Electricidad a sus espaldas.
                                        Yo solo escribo de él como escribiría de

Cada oído vacío/cual alma de usurero/
     Con millones de monótonos cantos
              Dedicados a su propia soledad.

Pasa el tiempo como pasa la caída de los objetos
              Se suceden los finales de todas las cosas.
                  Sería tan fácil desaparecer del mundo.
              Si sólo no hubiese memoria no temería a la

Desaparición de
Tu espíritu/Odio
Que aunque devastado
No se rinde ni en defensa propia.






























* En tu tumba, Temok Saucedo, Fridaura, México, 2013. Nota: la
propuesta de este poemario, según el propio autor, es que el lector
forme su poema con las estrofas que componen el libro, por lo que éste
poema fue ensamblado por el editor de éste fancín.

El desempolvado: A to mend the Oaken heart, Ragnarok, 1996



De rabia negra con guitarras y batería que recogen lo mejor del auténtico black
metal noruego de finales de los ochentas, y base folk de evocadoras raíces celtas,
Ragnarok (banda confundida con otras del mismo nombre y que tuvieron mayor
resonancia en el público que estos maestros británicos), sin preocuparse por
satisfacer el mercado del rock que a mediados de los noventas legitimaba (“¡Oh, poderoso mercado que todo lo absorbes!”) al Metal, nos legó, en éste disco, un trabajo redondo, una historia musical bien narrada bajo ritmos en que alternan los
pasadizos melódicos de guitarras, gaitas, violines y percusiones celtas, con el
desafiante black metal de alaridos paganos.
       No es arbitraría la combinación ya que en todo el disco se evoca, de manera poética, las viejas tradiciones, los antiguos dioses, la belleza y sabiduría de la naturaleza nórdica en contraposición con el estruendo de las batallas, sangre cristiana derramada sobre el campo verde, lobos que descienden de sus montañas y demonios antiguos que claman venganza ante la invasión extranjera.
Musicalmente el disco es hozado, excelentemente calibrado entre las ambientaciones oníricas y el black de vieja escuela. A A To mend the Oaken heart no le sobra ni le falta nada. De entre los diez cortes que componen esta fantástica y lúgubre travesía, resalto el violento cover que hacen de la clásica “O fortuna Imperatix Mundi” (Carmina Burana) y el cántico sajón “Arose by another name”, pieza que tiene la magia de colocarnos frente a un mar de desconocido color azul que entre sus olas se lleva, lejos, la cruz de un mundo carente de raíces con la tierra.





              

        
                                                                                                 Abhisaí Elcaná






jueves, 12 de junio de 2014

En la búsqueda del necro-sonido. Parte I

Todo lo que el hombre siente y piensa es propenso a ser expresado en la
música, incluso nuestra fascinación y ofuscamiento ante el misterio
inasible de la muerte.
       El odio, la nostalgia, lo demoniaco y la pulsión suicida han encontrado
múltiples formas de expresión en la intrincada historia del arte. En el
terreno de la música contemporánea la vía oscura tiene una notable
efervescencia. De manera temática y buscando un sonido más violento y
contundente, Black Sabbath rompe con los parámetros del rock para
cimentar el Heavy Metal con su trascendente disco Paranoic (1970). En
otras regiones inglesas el punk pare su parte más densa, introvertida y
melancólica en el post-punk de estilizada sombra (expresionismo
sofisticado) en sus exponentes más sobresalientes como Joy Division,
Bauhaus y Sisters of Mercy (herederos de David Bowie, Iggy pop and the
Stooges y Velvet underground). Con una crudeza más evidente, con
verdadera hambre de sombra, las agrupaciones:
      Venom, Bathory, Hellhammer y Celtic Frost lograron un sonido que
traspasaba el terror humorístico de otras agrupaciones. La distancia con
el ritmo Heavy Metal llegó a un punto sin retorno.
       Con éstas influencias fundamentales es que, en el crepúsculo
ochentero, agrupaciones como Mayhem, Salem, Darktrhone, Burzum,
Morbid, Sarcófago, etc., le dieron, finalmente, voz y sonido propios al
Black Metal (expresionismo crudo).
   


















     
      Más allá de las complejidades técnicas en guitarras, bajo y batería,
para obtener un sonido apabullante y seco, las bandas negras recurrieron
a diferentes estímulos y plataformas que incluyeron incursiones en los
recursos de la música electrónica, efectos sonoros y mejoras de
grabación y producción que encontraron bajo el amparo de disqueras que
vieron, en el fenómeno naciente, una oportunidad para hacer plata. Sin
embargo, es Varg Vikernes el personaje que en ese momento, 1991, está
pensando agudamente el sonido al que debe aspirar un Black Metal de
cariz subterráneo. En el documental Until The Light Takes Us (2009) Varg
explica que él (Burzum) y los integrantes de Mayhem y Darktrhone
conspiraban, en la sordidez de la legendaria tienda Helvete, para
arrancarle a la música el necro-sonido: una bomba sensitiva que dejara al
escucha en el extrañamiento y la repulsa sin lugar para el reposo. Shock
trepidante y melódico con la carga de frialdad que caracteriza a la
atmósfera noruega.
       Y Varg lo hizo, mas el asesino de Oysten “Euronymus” Aarseth no lo
inventó directamente, en cambio, tuvo la perspectiva idónea para darse
cuenta de que el necro-sonido estaba ya ahí y no eran conscientes de
ello. Estaba en Mayhem y en Darkthone que habían grabado sus primeros
demos con un presupuesto de producción casera, pobre.
El engreído “Cont Grishnackh”, su otro seudónimo, llevó al límite el
descubrimiento: para grabar los segmentos de su Demo 1 pidió el peor
de los micrófonos y un amplificador viejo. El productor no hizo nada por
mejorar la calidad de la grabación, escucharon el demo ensamblado y
entonces la oscuridad le dio claridad a Varg: El necro-sonido no sólo
desafiaba los estándares del buen gusto musical por su estridencia,
crudeza, vértigo y violencia, también era una postura ante los criterios de
la «buena producción o grabación». El mensaje quedó claro: el Black
Metal no podía ser una música que apostara por granjearse en el gusto
de la masas ni su fin sería obtener el beneplácito de las grandes
disqueras. La mira del Black Metal no estaba puesta en el exterior, para
Varg, y muchos otros, el necro-sonido representó la puerta para explotar
todas las posibilidades de un arte siniestro. Con el necro-sonido se logró una doble aportación: Sentó los valores del Black Metal clásico y, por otra parte, sería el punto de arranque del Black Metal Noruego, sonido primordial para el desarrollo de miles de bandas en el mundo. Ambos
estilos buscan ser leales a sus principios estéticos e ideológicos sin dejar de trascender lo técnicamente logrado.
       En lo que respecta al proyecto Burzum, su búsqueda del necro-sonido se expandió a los terrenos etéreos del Ambient con resultados notables, situándose también como uno delos compositores de Black Ambient más sobresalientes de la escena nórdica y mundial.

                                                                                   Silas Mesulam







foto a) Varg Vikernes

foto b) Demo 1 de Burzum

miércoles, 11 de junio de 2014

Señales del fin del mundo, breve caos sobre La noche que asolaron Tokio de Diego Velázquez Betancourt


En algunos de las tantos parabuses, en espectaculares sobre iluminados o
en la comodidad de su televisor, en algún momento se ha topado con
alguno de los slogans publicitarios que nos invitan al “placer lúdico de la
lectura” por el que “ingresamos a mundos maravillosos”: “lee veinte
minutos con tus hijos”, rematan revelándonos la panacea que habrá de
liberarnos de nuestra frustrante y desdibujada realidad. Leer vende, “leer
engrandece”, México hacia a un país de lectores. Todo muy buena onda,
muy hippie el asunto, («hay que hacerles pensar que pueden aunque no se
los permitamos, que existen y nos importan aunque no sean más que los
engranes de nuestro artificio»), efectiva la ilusión. En contraste: las librerías
cierran sus puertas a falta de lectores, el gran dinosaurio encarece la vida,
privatiza la educación, poco a poco cerca a la sociedad en el aislamiento de
una apatía autocomplaciente, sociedad zombi: «Es el vivo muerto y no al
revés. El vivo para quien la vida no es sino un limbo mecánico, donde su
conciencia se ha perdido y sólo sobrevive la máquina de sus músculos.»
(Jhon K. Nurayama Jr., La noche que los zombis asolaron Tokio). El mar ha
dejado de existir para ser «otra quimera subvencionada por el sistema para
convencer a ingenuos de que, para disfrutar de los encantos del planeta,
valía la pena atar el cuello a un trabajo y agradecerlo al destino. [...] una
tomadura de pelo». «El fin del mundo se acerca ya»: maniquíes suplantado
el vértigo lento de la vida en los centros comerciales, felicidad animal en
unos pocos, ¿es el fin del mundo?, ¿son estás sus señales? «tras
bambalinas. NORBERTO: No la chinguen. Se supone que tiene que entrar
Ryu en ese momento. ¿Por que se pusieron a hablar de pendejadas? Esto
ya valió verga.»
       Preguntas y señales. La Noche que asolaron Tokio (Diego Velázquez
Betancourt, editorial El ermitaño- CONACULTA, México, 2013) es la novela
que nos marca las señales y las preguntas para llegar a ese gran evento
que Hollywood nos ha prometido idílico en más de una de sus películas propaganda:
El fin del mundo.
       En las pelis gabachas, nuestros amigos gringos nos han salvado de
meteoritos, extraterrestres, cataclismos nucleares y naturales, monstruos y
dioses indignados que han querido acabar con el mundo (tópico también
efectivo e infaltable de nuestras caricaturas favoritas, ¿que sería de Gokú,
los Thundercats, que sería del panfletero e idiota capitán américa,
mutantes y demás héroes sin despiadados fascistas que desean gobernar o
aniquilar el planeta?), total que hasta del calentamiento global nos han
hecho el paro. Sin embargo, el sobreviviente y socarrón Andrés,
protagonista de esta delirante novela, se asoma al fin del mundo para
desmentir las historias del celuloide made in USA: El fin del mundo es una
mamada en que no pasa nada (y en la que puede pasar de todo) y nadie
nos puede salvar de nuestra propia apatía y miseria. Nadie nos salva de la
nada.
¿Pero en verdad no pasa nada en La Noche que asolaron Tokio?
     
       Accesible, irónica, divertida y emotiva, la novela de Diego Velázquez
Betancourt (México D.F., 1978) nos traza los caminos del absurdo, de la
mezquindad citadina, la nostalgia, la soledad, el azar y el fracaso, a través
de su protagonista (un estudiante de historia al que el fin del mundo asalta
mientras divide su tiempo laboral como tramoyista en la obra teatral La
noche que los zombis asolaron tokio, así como en un supermercado y en su
imposible libro sobre los primeros pobladores del planeta tierra) y de sus
variopintos personajes alienados por la locura, la abulia, el trabajo y los
recuerdos.
       Pese a que el gran tema de la La Noche que asolaron Tokio es el
fracaso, el humor de Diego Velázquez, humor con el que se ha granjeado el
gusto de los lectores a través de textos como Mi vida como payaso salvaje
(2007), Héroes y demonios y Botellas al mar (estos dos últimos disponible
en cuadernillos artesanales de la editorial El viaje y el camino), no está
ausente; por el contrario, su pluma guasona y de amplios registros logra
plasmar una atmósfera en la que cualquier lector puede hallarse a sí mismo
sin sospecharlo (o desearlo) en un principio. Fluida de inicio a fin, la novela
es una mosaico de diversos escenarios en los que el humor, lo poético, lo
trágico y lo absurdo, adquieren las dimensiones necesarias para
involucrarnos en un caos que no tiene salvación alguna y en el que la
constante es la desolación que se lo va tragando todo, como la selva, el
bosque y las lagunas que recuperan el espacio arrebatado por la
megalomanía de los hombres, caos primigenio en el que reconocemos que
nada sabemos de la vida cuando creíamos tener todas las respuestas.
       Atención especial merece el desarrollo de la obra dramática que le
da nombre a la novela, capítulo inteligente y agudo en el que el lector
astuto podrá descubrir la poética de ésta novela. Dramaturgia vanguardista
en diálogo con los preceptos más modernos del arte, teatro que promete
marcar tendencia por su alta demanda técnica y estética. En fin, una
puesta en escena que tiene que leer e imaginar todo aquel que se precie de
ser un estudioso del arte contemporáneo.
       Caída como una mosca entre los bombones de aparador, La Noche
que asolaron Tokio es, seguramente, una novela que ninguno de los sabios
publicistas mexicanos de la lectura recomendaría en los slogans para
zombis que atestan la ciudad porque su contenido nos advierte del
verdadero fin del mundo: de ese fin de las ideas del que no quieren que
sepamos nada, demagogia que nos hace participes de su ficción mercantil,
una tomadura de pelo como el mar que le quieren vender a Andrés,
“México hacia un país de lectores”, señales que nos hacen ansiar el fin del
mundo. ¿Son éstas las señales?
       Para saber con certeza es irremediable atreverse a la lectura de
La noche que asolaron Tokio no porque eso lo vaya a ayudar, no porque lo
vaya a hacer mejor persona, no porque con 20 minutos de lectura su vida
vaya a dejar de ser miserable, atreverse a la lectura de esta novela simple
y sencillamente porque -y los demiurgos lo demuestran- «Esto ya valió
verga.»






















Diego Velázquez, La noche que asolaron Tokio, El ermitaño-CONACULTA, México,
2013.









foto a) tomada de:
https://www.facebook.com/pages/Thysanura-Surcando-el-tiempo/684011498317439

foto b) Gabriela Castelán


sábado, 7 de junio de 2014

Salutación blackmetalera


Todo empieza con el clásico debate de bebedores expertos en X género musical.
En el ámbito del metal muchas de estas charlas suelen ser prolongadas,
polémicas y, en ocasiones, salpicadas de ketchup gore. Festejamos que así sea,
nos encanta el discurrir etílico. Sin embargo, toda charla se va al carajo cuando
algún “simple” defiende su falta de postura o juicio acusando que es inútil hablar
de géneros, que no importa lo que pensamos sino lo que sentimos con la música...
palabras más, palabras menos, casi siempre la pregunta retórica es la misma:
¿Para qué tanta clasificación de estilos, distinciones de otros grupos o propuestas
si la música es para escucharse e imaginar lo que cada uno quiera?
En Óbito hemos asesinado muchas caguamas reflexionando la manera en que
se hace y vivimos la música, así fue que decidimos conformar este proyecto para
respondernos ésta y otras preguntas. Lo hacemos teniendo estos puntos como
base:
*Afirmamos que la música, (aveces los lugares comunes hay que repetirlos
porque resulta que no son tan comunes como pensábamos) como una de las
formas del arte, no sólo tiene como fin entretener y poner a bailar al escucha. La
música, expresión compleja y antiquísima, es también el vehículo acústico de
ideas, historias, posturas, sentimientos, recuerdos, sensaciones, etc. En la música
cabe la vida toda de los hombres sobre la tierra.
*Ergo, la música es un fenómeno estético que despierta en cada escucha
cantidad inteligible de pensamientos y que la crítica de música, la discusión sobre
géneros y técnicas de ejecución, etc., es una forma de explicarnos lo que
escuchamos, así como los pensamientos y sensaciones que nos incita. Reflexión
en torno a la experiencia acústica y mi relación con el fenómeno musical:
Me explico por qué me gusta. Paladeó las impresiones o atmósferas que me
suscita. Me cuestiono qué cualidades tiene ésta canción o pieza musical que la
hace única. Las respuestas que nos damos (juicios de valor, técnicos, temáticos,
etc.) son esos términos o juicios que otros cuestionarán, ampliarán o refutarán, en
eso consiste el diálogo. Analizar la música, discutirla, es escucharla con nuevos
ojos.
*Óbito quiere ser esa plataforma de discusión y promoción del Black Metal,
género del Metal Extremo polémico, prolífico y paradójico en todos sus aspectos:
Abierto a la experimentación (Ambient Black Metal, post- Black Metal, Shoegaze,
Black Melódico, Depressive Black Metal) y a la vez procuradores de una tradición que se sigue renovando
sin perder su furia y hambre primera (Black Metal Clásico y True Norwegian Black
Metal).
Estilo al que han prostituido y maquillado (Ghotic, Folk, Black Sinfónico) como al
Trash, al Death y al Heavy, y que pese a ello sigue gozando de salud subterránea,
coherente con sus principios estéticos que se concretan en un profundo desprecio
por la vida (y la forma de vida que nos han impuesto) que ha llevado a estos
músicos a indagar en los terrenos creativos de lo feo, lo grotesco, lo bello y lo
trágico. Técnico y visceral, parodia “tierna” de la muerte, es el género que le
enseñó a gritar la rabia y la desesperación al mundillo sumiso del rock.
Así, con poco más de 29 años de historia, el Black Metal es el estilo del Metal
Extremo al que los colmillos, Incubo perverso, le siguen creciendo para hurgar el
cadáver violado de la belleza... y nosotros somos testigos y participes.
*Deseamos que este proyecto, en colaboración con ustedes, sea pretexto o
punto de arranque para muchas charlas de etílicos descubrimientos metaleros.

La fosa está abierta.

                                                                                            Israel Rojas. 








Editorial

Porque sí, porque nos asfixia el tiempo que ahora ha caído sobre
nuestros hombros y las polillas amenazan con erosionar el pensamiento.
Negamos el silencio con ésta charola de tinta para poesía, música y lo
que aterrice en la fosa común (clásicos, contemporáneos y bizarros)
mientras contemplamos la derrota de lo cotidiano.
Mas la identidad de Óbito como fancín (“publicación periódica que [...]
está hecha por integrantes del movimiento al que pertenece y dirigida a
los mismos, la escriben y maquilan militantes, más allá de la calidad
física o de contenido que pudiera tener. [...] Fanzin es un vocablo inglés
o francés (ambos países se la adjudican), viene de fan y magazine, es
decir, de fan y revista; en Dark españolizamos el término por su
aceptación en habla hispana.” (Eli, “Revistas y fancines oscuros” en
revista Dark, año 1.No. 4 p.36) Nosotros coincidimos con el criterio) no
sólo se debe a su material y manufactura. Temáticamente hablando,
Óbito centra especial atención en el black metal, género musical que ha
despertado varias discusiones entre quienes conforman esté proyecto;
así como en la literatura que atente contra la rigidez mental de nuestros
días.
Estación pequeña en el consultorio artístico de la muerte, esto es
Óbito (ergo sum). Tráiganse los tragos, sus pequeñas reseñas, poemas,
crítica de música, etc. Tres metros bajo tierra todos cabemos.
En nuestro primer cadáver les traemos un poema de Temok Saucedo
(1982), autor del poemario En tu tumba (Fridaura, 2013). Conoce un
poco de la novela: La noche que asolaron Tokio. En el plato fuerte
espera el primer artículo sobre el necro-sonido. De esto, entre otros
despojos, está compuesto nuestro breve atisbo de la región oscura del
arte. Esperamos tus cadáveres. Lee, amplía la información, difunde y
colabora con nosotros.
Óbito (ergo sum)

Los monstruos de Verónica Miranda, conjurados en un libro

Quienes han leído la poesía y narrativa de Verónica Miranda, a través de diversas publicaciones y antologías disgregadas en la escena de la ...